Plantas y flores pintadas delicadamente sobre papel, recortadas, pegadas con engrudo sobre paredes escogidas: colores, tags, plantas que ya están ahí, o abriendo espacios a otras que podrían estarlo. Gestos de cuidado: wheat pastes de Dingo Perro Mudo. Aquí hay un poder, pensamos. Placer, deseo, relación con las demás: capacidad de gozo. El poder de lo erótico, diría Audre Lorde: la escritora feminista africano-americana nos recuerda que la palabra “erótico”, del griego eros, significa “la personificación del amor en todos sus aspectos”: nacido del Caos, “Eros personifica el poder creativo y la armonía” (1978):
El poder de lo erótico, argumenta Lorde, “deriva de compartir profundamente cualquier empeño con otra persona. Compartir el gozo […] tiende entre quienes lo comparten un puente que puede ser la base para entender mejor aquello que no se comparte y disminuir el miedo a la difererencia”. Apunta así a formas de vida no conducentes al capitalismo. En sus reflexiones sobre la sociedad contemporánea creada por el capitalismo neoliberal global, Franco Berardi observa que la deserotización de la vida cotidiana tiene como una de sus consecuencias “la inversión de deseo en el trabajo, que se convierte en el único lugar de confirmación narcisista para una individualidad acostumbrada a concebir al otro según las reglas de la competencia, es decir, como un peligro, como un empobrecimiento, como un límite, más que como una experiencia, un placer, una forma de enriquecimiento” (2003: 65). En un contexto, así, prosigue, “la felicidad es subversiva”.
Andar por las calles. A ras del suelo, los pasos hacen los espacios, tejen los lugares, afirma De Certeau. Prácticas de gozo. Flores de papel se asoman en este Mayo en Lavapiés, tendiendo desde las paredes puentes sobre calles, para espacios públicos en un Madrid en movimiento.
Lavapiés, marzo-mayo, 2017