Horizontes feministas deseados: otras formas de existencia

Los paisajes insurrectos, argumenta la antropóloga Rossana Reguillo (2017), emergen del reconocimiento de lo intolerable, de la experiencia cotidiana de la injusticia, de la precarización (55-57): “interrumpen ahí donde ha sido posible nombrar-en colectivo-las fuerzas que minan los afectos que nos hacen personas.  La multitud conectada se hace presencia” (58). Toma de calles. Movilizaciones feministas del 25N en Madrid, 2017.

En ese cuestionamiento colectivo de las situaciones intolerables que se nos imponen como lo único posible–la guerra neoliberal contras la mujeres, el mundo de dueños, el capitalismo extractivo, la corrupción, la precarización de la vida, la turistificación de nuestros barrios y un largo etcétera–el deseo juega un papel fundamental (58).  El deseo entendido como un anhelo de búsqueda, “de construcción sobre un horizonte imaginado-deseado” (59), y generador de nuevos modos de sentir, de hacer y de decir.

Nombrar en colectivo. La historiadora Silvia Federici observa que existe una relación directa entre el aumento de la violencia contra las mujeres y las  nuevas formas de acumulación capitalista.(“Globalización, la destrucción de los bienes comunes y la violencia contra las mujeres“, Feministaldia, la Tabakalera, 2016). Federici afirma que las mujeres también son objeto de esa brutal violencia porque han estado y siguen estando en la primera línea de la resistencia.  Una de esas líneas de resistencia es la lucha por la centralidad de la transformación de todas las actividades que conforman el trabajo de la reproducción social. “En cualquier proyecto de cambio social, en cualquier tipo de organización política”, dice Federici, “a menos que transformemos la reproducción de nuestra vida cotidiana, no podremos tener buenas formas de organización politica. Esto es algo que el movimiento feminista entendió y que la historia de las últimas tres o cuatro décadas ha verificado. El movimiento de mujeres entendió que no puedes tener una lucha política sin al mismo tiempo cambiar tu propia vida, cambiar tus relaciones con los hombres, con los niños, sin cambiar las varias formas diferentes en que nos reproducimos”.

Horizontes deseados. Entre otros, construir formas colaborativas de reproduccion social. Federici trae siempre como ejemplos las prácticas de mujeres en América Latina:  la creación de comedores populares, huertos urbanos,  y otras formas de cooperación que, simultáneamente, han ofrecido medios de manutención a vecinas y vecinos y también han empezado a reconstruir modos de comunicación en la comunidad y a construir formas de resistencia. Son formas de reconstruir nuestras estructuras de reproducción, de “transformar a nuestras familias, a nuestras comunidades para que dejen de ser fábricas de trabajadores o de personas en paro y para que se puedan convertir en bases de resistencia, y bases desde las cuales reorganizar formas de reapropiación de nuestra riqueza material, de conocimientos, espiritual, y la solidaridad entre nosotras”.  Modos de  crear otras formas de re-existencia, como sugiere la antropóloga Rita Segato:  “cómo podemos existir y  responder a través de otras formas de existencia”.  Para ella, esas formas de re-existencia exigen que el feminismo vuelta a salir a la calle, a la vida, “tejer comunidad  y reclamar al Estado que devuelva el tejido comunitario. Solo el tejido comunitario consigue la proximidad entre las personas”. Prácticas de deseo, de construcción de paisajes que valgan la pena ser vividos.

Movilización del 25N en Madrid, 2017.

 

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